CURSO NUEVO, “SUEÑOS” NUEVOS

Lema para el curso 2020/2021: “EL ESPÍRITU DE JESÚS DESPIERTA EL CORAZÓN Y NOS PONE EN CAMINO”

Puede parecer contradictorio el título de esta entrada con el lema presentado para este nuevo curso tan peculiar que hemos comenzado hace poco: “Sueños”/“Despierta”. Pero, como iremos viendo a lo largo del mismo, no lo es en absoluto.

Hay que tener sueños para ponerse en camino, pero no vivir de ensoñaciones. Los sueños, en la Biblia, siempre aparecen como mensajes de Dios. Mensajes que, casi siempre, conllevan una tarea, un encargo, una misión.

Por eso, comenzamos este curso, a pesar de las situaciones dolorosas que nos está tocando vivir, con gran entusiasmo, a semejanza de nuestro Dios que, al pensarnos, se entusiasmó y por eso nos creó. Nos y os invitamos a compartir lo que soñamos para nuestra revitalización personal, familiar, institucional, carismática, eclesial, para el mundo en que el Creador nos ha sembrado y la naturaleza que ha puesto al servicio y al amoroso cuidado de toda la Humanidad, no para que acaparemos sus bienes unos pocos o la expoliemos y destruyamos.

Os iremos haciendo llegar las actividades que se programen para trabajar en este crecimiento y revitalización integral de todos y de todo, así como los medios por los que podremos compartir nuestros “sueños despiertos”. Porque es tarea de cada persona y grupo trabajar y aportar ideas para irlos haciendo realidad. Que el Espíritu de Jesús nos ilumine y caldee en corazón; que María, nuestra Madre, que hoy recordamos como Virgen del Rosario, nos ayude a vivir los misterios de la vida de su Hijo y que el ejemplo e intercesión de Madre Josefa Campos nos estimulen y ayuden a hacer realidad el Sueño amoroso del Padre para nosotros y para todo lo creado.

Un abrazo fraterno, en unión de oraciones.

Hna. M. Ángeles Sanz, O. C.

TERMINAMOS COMO COMENZAMOS, PERO MÁS…

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MARCAS DE MUJER QUE DEJAN HUELLA

Comenzábamos en este mayo especial que concluye hoy, evocando a mujeres que han dejado y dejan huellas, marcas, que pueden ayudarnos a recorrer con sentido el camino de nuestra propia existencia como personas y creyentes en Jesuscristo. Hoy concluimos con la Huella que dejó para siempre la Mujer que hizo posible lo impensable: aproximar a Dios y a sus criaturas preferidas, los seres humanos. Y por si fuera poco, esta Mujer, como otras muchas a lo largo de la Historia, acogió en su corazón la Huella perenne del Amor divino: el Espiritu. Esa Fuerza que dinamiza nuestras vidas, ese Fuego que hace arder nuestros corazones con El amor y el “entusiasmo” que nos diviniza (recordemos que esta palabra está emparentada con el término griego “theos”, “dios”), que nos hace capaces de engendrar a Dios y de darlo a luz. Que, como vemos en el relato evangélico de la Visitación de María, que también celebramos hoy, nos impulsa a salir de nuestro ensimismamiento egocéntrico y a ponernos en camino hacia quienes más nos necesiten, para a anunciar el gozo profundo del Dios-con-nosotros. Un gozo como el que experimentaron Isabel (figura de la esterilidad humana, que solo el Dios de la Vida es capaz de convertir en fecundidad) y el hijo que llevaba en su seno, que saltó de alegría ante la presencia de Aquel a quien después prepararía el camino. Que Ella nos ayude a acoger al Espiritu, para vivir con entusiasmo, con generosa autenticidad nuestra misión de anunciar, allí donde nos encontremos, la Buena Noticia que hemos recibido. Que nos recuerde, siempre que lo olvidemos, lo que nos muestra el Evangelio según san Juan que dijo María a los siervos de aquella boda: “Haced lo que Él os diga”.

A QUIENES DAN Y DIERON VIDA EN ABUNDANCIA

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Hoy felicitamos a nuestras madres, y a todas las mujeres que, aunque no hayan dado vida biológica, han dado y dan vida en abundancia, ayudando a vivir en plenitud. Y aquí quiero incluir a los varones que también dan y han dado vida. Porque, si Dios es paternidad y maternidad, y todo ser humano es imagen y semejanza de Dios, también ellos pueden experimentar, vivir la maternidad. Pero me voy a permitir la libertad de felicitar especialmente a mi madre, la mujer que me dio a luz no sólo una vez, sino siempre. Y lo que a continuación digo, se lo dedico a todas.